Nos encontramos con A. Einstein en la puerta del congreso de Física en
Viena y nos permitió entrevistarlo. Hablamos de temas que nunca se trataron en
público como, ciertas anécdotas y hasta nos permitió hacerle un pequeño juego.
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Reportero: ”Perdón
señor Einstein, ¿le puedo hacer unas preguntas?”
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A.Einstein: ”Discúlpenme,
pero si me quiere hacer preguntas, concurra mañana a la conferencia que daré en
el congreso.”
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R:” No, discúlpeme
pero me gustaría hacerle preguntas más personales, si no le molesta.”
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A.E.:”La verdad que nunca me hicieron un reportaje así, así
que no veo porque no intentarlo.”
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R:”Bueno, entonces vayamos a algún café y conversemos; ¿qué
le parece?.”
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A.E. :”Bueno esta bien.”
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(Nos sentamos en el café y luego de pedir dos cafés
empezamos con el reportaje.)
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R:”Cuenteme un poco de sus comienzos.”
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A.E.:”Bueno yo no siempre fui famoso, estudie en Zurich, era
muy pobre. Me solía decir a mí mismo, si alguien viviese como yo, las novelas
románticas no habrían existido nunca, todo era el doble de difícil para mí.
Casi no tenia ropa, estaba siempre vestido con la misma ropa y esto me generaba
grandes problemas con mis compañeros, ya que no me aceptaban porque era pobre.”
A. Einstein |
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A.E:”¿Quieren que les cuente
una de las anécdotas mas divertidas?”
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R:” Bueno como no,
cuénteme.”
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A.E.:” Cuando la reina de Bélgica me invitó a visitarla, pasé, sin darme cuenta, por delante de los coches oficiales que me estaban esperando e, inadvertido me dirigí a pie, maleta en mano, al palacio.
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R:”¿Que hiciste
cuando ganaste el premio novel?”
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A.E.:”Al ganar el Premio Nobel, en 1921, cedí
inmediatamente las 8,000
libras íntegras anexas al galardón.Ya que había personas
que necesitaban el dinero más que yo, yo tal ves lo hubiese usado para darme
algún lujo, mientras que esta gente lo necesitaba para vivir.”
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R.:” ¿Crees que fuiste merecidamente reconocido por
tus logros?”
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A.E.:” Por supuesto, es mas yo diría que fui
exageradamente reconocido. Me volvían loco las infinitas invitaciones, las
cartas mendicantes, las peticiones de autógrafos, las interviews, las fotografías, los artículos, hasta,. Una compañía
cinematográfica me ofreció 8,000
libras semanales si
dejaba hacer una película sobre mi vida.Pero en esto le debo dar las
gracias a mi mujer que me libró de todo lo que pudo. En los años que siguieron,
me empezaron a considerar como el
pensador más grande del mundo, y quizá el más grande de todos los tiempos. Pero
nada de esto me afectó.”
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R.:”¿Qué actitudes tomaste ante las actitudes
antisemitas?”.
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A.E.:” Ante la creciente amenaza que pesaba sobre
los judíos, yo los defendí y proclamé mi
naturaleza judía. Defendí la causa sionista en la misma Palestina, y propugné
1a unión de árabes y judíos. En mi país, arriesgué la vida en defensa de los
judíos, el pacifismo y la libertad. Los nazis asesinaron a mi amigo Rathenau,
me insultaron y amenazaron.
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R.:”Supongo, que todo esto te llevo a irte de tu
país.”
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A.E.:” Si por supuesto. En tanto que me sea
permitido elegir, sólo quiero vivir en un país donde son la regla la libertad
política, la tolerancia y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La
libertad política implica la libertad de expresar sus opiniones oralmente y por
escrito, y el respeto tolerante pare todas y cada una de las opiniones
individuales."
Tuve grandes problemas con los nazis,
registraron mi casa en busca de armas, se apoderaron de mi dinero y de mis
modestas propiedades, me denunciaron como "judío bolchevique" y
prohibieron mis teorías. Durante algún tiempo anduve de un lugar para otro,
como un desterrado sin hogar, tratando en vano de contener la marea de los
horribles acontecimientos, o reuniendo fondos para aliviar la situación de
otros refugiados. Hasta que acepté un nombramiento para formar parte del grupo
de sabios que constituyen el Instituto de Estudios Superiores, de la
universidad de Princeton, y me establecí definitivamente en los Estados Unidos,
donde me naturalicé en el momento oportuno.”
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R.:” ¿Cómo festejaste tus 50 años?”
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A.E.: ”Prometía ser tan festejado, que alarmado, huí de mi casa y me escondió
durante algunos días en la casa del hortelano que cuidaba la finca de un amigo,
a donde mi mujer me llevó, a ocultas, el día mi cumpleaños, una comida muy
sencilla, mientras la correspondencia – de reyes, presidentes, sabios,
reformadores, universidades, sociedades científicas y miles de personas de
todas las partes del mundo – iba al cesto de los papeles, en Berlín, ya que lo
más importante para mi era pasarlo con ella, y no leer todas esas cartas.”
Albert E. |
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R.:” ¿Cómo vivís?”
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A.E.:” La verdad es que soy muy sencillo, mi
dormitorio parece la celda de un monje.
No hay en él cuadros ni alfombras, gracias que tengo una pequeña foto mía con
mi mujer. Me afeito sin muchos miramientos, con jabón de fregar. En casa suelo
ir descalzo. Tan sólo cada dos o tres meses dejo que Elsa (su esposa) me
descargue un poco la pelambrera ósea que me corte el pelo. Pocas veces
encuentro necesaria la ropa interior. También dejé de lado los pijamas, y más
tarde los calcetines. "¿Para qué sirven?". "No producen más que
agujeros." Elsa llegó a perder la paciencia un día en que me pilló
cortando de codo abajo las mangas de una camisa nueva. Mi explicación fue que
los puños requieren botones o gemelos y es necesario lavarlos con frecuencia,
total, una pérdida de tiempo. Yo pienso que toda posesión es una piedra atada
al tobillo.”
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R.: ”¿Dónde empezaste a enseñar?”.
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A.E: ”Empecé en la universidad de Zurich. Imagínense
lo que fue para mí, un muchacho que había ido a Zurich como un estudiante
pobre, volvió a aquella ciudad como un joven profesor de la universidad. Elegí
ir a enseñar allá por que me gustaba la población por su belleza, por la
tranquilidad que me ofrecía, y por las oportunidades que me brindaba para vivir
una vida sencilla, sin las molestias de la riqueza y de la ambición, que
desprecio. Después, con el tiempo, las universidades empezaron a llamarme;
Leyden, Utrecht, Praga.
Finalmente acepté Praga, por que en esa ciudad me era muy fácil concentrarme y pensar en lo que realmente quería.”
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R.: ”¿Te molestaría hablarnos un poco de la teoría
de la relatividad?”.
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A.E.:”No la verdad que no, además tengo ganas de
tomarme otro café.”
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R.: ”Me gustaría saber donde empezó a hacerse
pública la teoría.”
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A.E.:”Esperá que hago memoria, yo trabajaba como
empleado en las oficinas de una revista científica local, los Annales der Physyk, y un día deje en la mesa del director unas
cuartillas, con el ruego de que se publicasen, si había espacio en la revista.
Eran treinta cuartillas de fórmulas matemáticas, que hoy las conocemos con el título de "Teoría
de la Relatividad"
El esfuerzo que aquellas cuartillas me costo, puede calcularse por el hecho de
que, después de haberlas entregado, regrese a
casa y estuve seriamente enfermo durante catorce días.
Sólo muy gradualmente las personas se fueron dando cuenta de la
revolución científica que aquello
representaba.
Durante cuatro años, continué yendo y viniendo con perseverancia a la Oficina de Patentes.
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R.: ”Nos podrías explicar con tus propias palabras
esta teoría.”
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A.E.: ”Newton había basado sus cálculos sobre la
hipótesis de que hay en el universo una cosa constante, el éter, y que en esa
constante cada partícula de materia atrae a las demás partículas con una fuerza
que varía positivamente en relación con las masas y negativamente en relación
con la distancia. La primera parte de mi teoría
es una ampliación de la de Newton. Pero advertí que el elemento
"movimiento" entraba en todas las mediciones. La tierra misma desde
la cual medimos, está en movimiento, el sistema solar en que está incluida la
tierra también se mueve, con movimiento diferente en relación con otras
estrellas y sistemas. La curvatura de la tierra hace que varíen todas las
medidas, aunque la variación sea infinitamente pequeña. Por lo tanto, todas las
mediciones, base de la ciencia, y particularmente de la astronomía, son
relativas, gobernadas por movimientos en el espacio que únicamente pueden
determinar las matemáticas. Yo Sostuve también que el tiempo, que Newton había
considerado como cosa independiente del espacio, es en realidad una cuarta
dimensión de éste, y demostraba que el tiempo también es relativo. Longitud,
anchura, profundidad, masa y tiempo: todas las antiguas varas de medir,
consideradas exactas en la hipótesis de que la tierra está inmóvil, son
inexactas.
La constante hipotética de Newton, el éter, sobre la cual podía ser
medido el movimiento, no
existe, en mi opinión.
Sin embargo, encontré una constante maravillosa en el universo, donde
todo, incluso el espacio mismo, está
en movimiento infinitamente variable: la velocidad de la luz. La luz viaja a 300,000 kilómetros
por hora en todas las direcciones, a partir del foco de donde procede, y los
movimientos del foco no influyen para nada en la velocidad de la luz. Nada
altera esa velocidad. Este problema de la luz fue durante muchos años la
paradoja inexplicable de la ciencia; pues cuando dos científicos
norteamericanos, Michelson y Morley, midieron con la mayor exactitud posible el
tiempo que empleaban dos rayos de luz en recorrer una distancia determinada,
uno teniendo en cuenta el movimiento de la tierra, y otro sin tener en cuenta
ese movimiento, ambos encontraron, con el asombro más profundo, que los dos
volvían reflejados al punto de partida exactamente en el mismo tiempo. Con este
resultado, la ciencia se encontraba delante de un verdadero rompecabezas,
porque aceptando la teoría de Newton de que la tierra se mueve a través del
éter, uno de los rayos debía haberse reflejado antes que el otro. Y no fue la
maravilla menos extraordinaria de mi teoría
el que esta misma paradoja resultara la llave con que se abría una
grande y nueva verdad: la luz se mueve con una velocidad constante sea
cualquiera el movimiento del foco y sea cualquiera el medio a través del cual
pasa. Por lo tanto, en el universo todo lo demás es relativo; únicamente es
constante la velocidad de la luz. En eso se basaban las treinta páginas de cálculos matemáticos
depositadas en la revista científica suiza casi desconocida.
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R.: ”¿Por qué la
llamaste teoría de la relatividad?”.
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A.E.: ”Yo no la llame teoría de la relatividad, no
me gustaba el nombre que le dan a mi teoría. Pero como el término (teoría de la
relatividad) se popularizó tanto, que no tuve más remedio que aceptarlo, así
que cuando tengo que utilizar este nombre lo hago diciendo: "la, así
llamada, teoría de la relatividad... ". Yo prefiero llamarla la teoría de los invariantes, ya que
los intervalos en el espacio-tiempo son los mismos para todos los observadores
y reciben el nombre de invariantes.
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R.: ”¿Siempre tuviste tanta confianza en tu
teoría?”.
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A.E. ”Tuve tanta confianza en la teoría que una vez,
un estudiante me preguntó qué habría
hecho si mi predicción hubiese resultado incorrecta y yo le respondí: "En
ese caso lo hubiese sentido por el buen Dios, la teoría es correcta."”.
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R.: ”¿Por qué te consideran ciudadano del mundo?”.
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A.E.: ”Creo que consideran así porque estuve
viviendo y trabajando en todas partes del mundo.”
R.: ”Bueno, creo que esto es todo, y de por si muchas gracias.”
A.E.: ”No gracias a vos por este grato momento de recuerdos.”
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