miércoles, 3 de abril de 2013

Entrevista a Albert Einstein



Nos encontramos con A. Einstein en la puerta del congreso de Física en Viena y nos permitió entrevistarlo. Hablamos de temas que nunca se trataron en público como, ciertas anécdotas y hasta nos permitió hacerle un pequeño juego.





·         Reportero:  ”Perdón señor Einstein, ¿le puedo hacer unas preguntas?”

·         A.Einstein:  ”Discúlpenme, pero si me quiere hacer preguntas, concurra mañana a la conferencia que daré en el congreso.”





·         R:”  No, discúlpeme pero me gustaría hacerle preguntas más personales, si no le molesta.”

·         A.E.:”La verdad que nunca me hicieron un reportaje así, así que no veo porque no intentarlo.”



·         R:”Bueno, entonces vayamos a algún café y conversemos; ¿qué le parece?.”

·         A.E. :”Bueno esta bien.”



·         (Nos sentamos en el café y luego de pedir dos cafés empezamos con el reportaje.)



·         R:”Cuenteme un poco de sus comienzos.”



·         A.E.:”Bueno yo no siempre fui famoso, estudie en Zurich, era muy pobre. Me solía decir a mí mismo, si alguien viviese como yo, las novelas románticas no habrían existido nunca, todo era el doble de difícil para mí. Casi no tenia ropa, estaba siempre vestido con la misma ropa y esto me generaba grandes problemas con mis compañeros, ya que no me aceptaban porque era pobre.”

A. Einstein




·         A.E:”¿Quieren que les cuente una de las anécdotas mas divertidas?”

·         R:” Bueno como no, cuénteme.”

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A.E.:”  Cuando la reina de Bélgica me invitó a visitarla, pasé, sin darme cuenta, por delante de los coches oficiales que me estaban esperando e, inadvertido me dirigí a pie, maleta en mano, al palacio.





·         R:”¿Que hiciste  cuando ganaste el premio novel?”

·         A.E.:”Al ganar el Premio Nobel, en 1921, cedí inmediatamente las 8,000 libras íntegras anexas al galardón.Ya que había personas que necesitaban el dinero más que yo, yo tal ves lo hubiese usado para darme algún lujo, mientras que esta gente lo necesitaba para vivir.”



·         R.:” ¿Crees que fuiste merecidamente reconocido por tus logros?”

·         A.E.:” Por supuesto, es mas yo diría que fui exageradamente reconocido. Me volvían loco las infinitas invitaciones, las cartas mendicantes, las peticiones de autógrafos, las interviews, las fotografías, los artículos, hasta,. Una compañía cinematográfica me ofreció 8,000 libras semanales si  dejaba hacer una película sobre mi vida.Pero en esto le debo dar las gracias a mi mujer que me libró de todo lo que pudo. En los años que siguieron, me  empezaron a considerar como el pensador más grande del mundo, y quizá el más grande de todos los tiempos. Pero nada de esto me afectó.”



·         R.:”¿Qué actitudes tomaste ante las actitudes antisemitas?”.

·         A.E.:” Ante la creciente amenaza que pesaba sobre los judíos, yo  los defendí y proclamé mi naturaleza judía. Defendí la causa sionista en la misma Palestina, y propugné 1a unión de árabes y judíos. En mi país, arriesgué la vida en defensa de los judíos, el pacifismo y la libertad. Los nazis asesinaron a mi amigo Rathenau, me insultaron y amenazaron.



·         R.:”Supongo, que todo esto te llevo a irte de tu país.”

·         A.E.:” Si por supuesto. En tanto que me sea permitido elegir, sólo quiero vivir en un país donde son la regla la libertad política, la tolerancia y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La libertad política implica la libertad de expresar sus opiniones oralmente y por escrito, y el respeto tolerante pare todas y cada una de las opiniones individuales."

Tuve grandes problemas con los nazis, registraron mi casa en busca de armas, se apoderaron de mi dinero y de mis modestas propiedades, me denunciaron como "judío bolchevique" y prohibieron mis teorías. Durante algún tiempo anduve de un lugar para otro, como un desterrado sin hogar, tratando en vano de contener la marea de los horribles acontecimientos, o reuniendo fondos para aliviar la situación de otros refugiados. Hasta que acepté un nombramiento para formar parte del grupo de sabios que constituyen el Instituto de Estudios Superiores, de la universidad de Princeton, y me establecí definitivamente en los Estados Unidos, donde me naturalicé en el momento oportuno.”







·         R.:” ¿Cómo festejaste tus 50 años?”

·         A.E.: ”Prometía ser tan festejado, que  alarmado, huí de mi casa y me escondió durante algunos días en la casa del hortelano que cuidaba la finca de un amigo, a donde mi mujer me llevó, a ocultas, el día mi cumpleaños, una comida muy sencilla, mientras la correspondencia – de reyes, presidentes, sabios, reformadores, universidades, sociedades científicas y miles de personas de todas las partes del mundo – iba al cesto de los papeles, en Berlín, ya que lo más importante para mi era pasarlo con ella, y no leer todas esas cartas.”

Albert E.




·         R.:” ¿Cómo vivís?”

·         A.E.:” La verdad es que soy muy sencillo, mi dormitorio  parece la celda de un monje. No hay en él cuadros ni alfombras, gracias que tengo una pequeña foto mía con mi mujer. Me afeito sin muchos miramientos, con jabón de fregar. En casa suelo ir descalzo. Tan sólo cada dos o tres meses dejo que Elsa (su esposa) me descargue un poco la pelambrera ósea que me corte el pelo. Pocas veces encuentro necesaria la ropa interior. También dejé de lado los pijamas, y más tarde los calcetines. "¿Para qué sirven?". "No producen más que agujeros." Elsa llegó a perder la paciencia un día en que me pilló cortando de codo abajo las mangas de una camisa nueva. Mi explicación fue que los puños requieren botones o gemelos y es necesario lavarlos con frecuencia, total, una pérdida de tiempo. Yo pienso que toda posesión es una piedra atada al tobillo.”



·         R.: ”¿Dónde empezaste a enseñar?”.

·         A.E: ”Empecé en la universidad de Zurich. Imagínense lo que fue para mí, un muchacho que había ido a Zurich como un estudiante pobre, volvió a aquella ciudad como un joven profesor de la universidad. Elegí ir a enseñar allá por que me gustaba la población por su belleza, por la tranquilidad que me ofrecía, y por las oportunidades que me brindaba para vivir una vida sencilla, sin las molestias de la riqueza y de la ambición, que desprecio. Después, con el tiempo, las universidades empezaron a llamarme; Leyden, Utrecht, Praga.    


Finalmente acepté Praga, por que en esa ciudad me era muy fácil concentrarme y pensar en lo que realmente quería.”





·         R.: ”¿Te molestaría hablarnos un poco de la teoría de la relatividad?”.

·         A.E.:”No la verdad que no, además tengo ganas de tomarme otro café.”





·         R.: ”Me gustaría saber donde empezó a hacerse pública  la teoría.”

·         A.E.:”Esperá que hago memoria, yo trabajaba como empleado en las oficinas de una revista científica local, los Annales der Physyk, y  un día deje en la mesa del director unas cuartillas, con el ruego de que se publicasen, si había espacio en la revista. Eran treinta cuartillas de fórmulas matemáticas, que hoy  las conocemos con el título de "Teoría de la Relatividad" El esfuerzo que aquellas cuartillas me costo, puede calcularse por el hecho de que, después de haberlas entregado, regrese a  casa y estuve seriamente enfermo durante catorce días.

Sólo muy gradualmente las personas se fueron dando cuenta de la revolución científica     que aquello representaba.

Durante cuatro años, continué yendo y viniendo con perseverancia a la Oficina de Patentes.







·         R.: ”Nos podrías explicar con tus propias palabras esta teoría.”

·         A.E.: ”Newton había basado sus cálculos sobre la hipótesis de que hay en el universo una cosa constante, el éter, y que en esa constante cada partícula de materia atrae a las demás partículas con una fuerza que varía positivamente en relación con las masas y negativamente en relación con la distancia. La primera parte de mi teoría  es una ampliación de la de Newton. Pero advertí que el elemento "movimiento" entraba en todas las mediciones. La tierra misma desde la cual medimos, está en movimiento, el sistema solar en que está incluida la tierra también se mueve, con movimiento diferente en relación con otras estrellas y sistemas. La curvatura de la tierra hace que varíen todas las medidas, aunque la variación sea infinitamente pequeña. Por lo tanto, todas las mediciones, base de la ciencia, y particularmente de la astronomía, son relativas, gobernadas por movimientos en el espacio que únicamente pueden determinar las matemáticas. Yo Sostuve también que el tiempo, que Newton había considerado como cosa independiente del espacio, es en realidad una cuarta dimensión de éste, y demostraba que el tiempo también es relativo. Longitud, anchura, profundidad, masa y tiempo: todas las antiguas varas de medir, consideradas exactas en la hipótesis de que la tierra está inmóvil, son inexactas.

La constante hipotética de Newton, el éter, sobre la cual podía ser medido el            movimiento, no existe, en mi opinión.

Sin embargo, encontré una constante maravillosa en el universo, donde todo, incluso el    espacio mismo, está en movimiento infinitamente variable: la velocidad de la luz. La luz   viaja a 300,000 kilómetros por hora en todas las direcciones, a partir del foco de donde procede, y los movimientos del foco no influyen para nada en la velocidad de la luz. Nada altera esa velocidad. Este problema de la luz fue durante muchos años la paradoja inexplicable de la ciencia; pues cuando dos científicos norteamericanos, Michelson y Morley, midieron con la mayor exactitud posible el tiempo que empleaban dos rayos de luz en recorrer una distancia determinada, uno teniendo en cuenta el movimiento de la tierra, y otro sin tener en cuenta ese movimiento, ambos encontraron, con el asombro más profundo, que los dos volvían reflejados al punto de partida exactamente en el mismo tiempo. Con este resultado, la ciencia se encontraba delante de un verdadero rompecabezas, porque aceptando la teoría de Newton de que la tierra se mueve a través del éter, uno de los rayos debía haberse reflejado antes que el otro. Y no fue la maravilla menos extraordinaria de mi teoría  el que esta misma paradoja resultara la llave con que se abría una grande y nueva verdad: la luz se mueve con una velocidad constante sea cualquiera el movimiento del foco y sea cualquiera el medio a través del cual pasa. Por lo tanto, en el universo todo lo demás es relativo; únicamente es constante la velocidad de la luz. En eso se basaban las  treinta páginas de cálculos matemáticos depositadas en la revista científica suiza casi desconocida.





·         R.: ”¿Por qué  la llamaste teoría de la relatividad?”.

·         A.E.: ”Yo no la llame teoría de la relatividad, no me gustaba el nombre que le dan a mi teoría. Pero como el término (teoría de la relatividad) se popularizó tanto, que no tuve más remedio que aceptarlo, así que cuando tengo que utilizar este nombre lo hago diciendo: "la, así llamada, teoría de la relatividad... ". Yo prefiero llamarla la teoría de los invariantes, ya que los intervalos en el espacio-tiempo son los mismos para todos los observadores y reciben el nombre de invariantes.



·         R.: ”¿Siempre tuviste tanta confianza en tu teoría?”.

·         A.E. ”Tuve tanta confianza en la teoría que una vez, un estudiante  me preguntó qué habría hecho si mi predicción hubiese resultado incorrecta y yo le respondí: "En ese caso lo hubiese sentido por el buen Dios, la teoría es correcta."”.



·         R.: ”¿Por qué te consideran ciudadano del mundo?”.

·         A.E.: ”Creo que consideran así porque estuve viviendo y trabajando en todas partes del mundo.”
 
R.: ”Bueno, creo que esto es todo, y de por si muchas gracias.”

A.E.: ”No gracias a vos por este grato momento de recuerdos.”